Hace apenas dos décadas se atribuían al cerebelo funciones exclusivamente relacionadas con la precisión de los movimientos y la sensibilidad que nos ayuda a mantener la postura. Sin embargo, a partir de los hallazgos observados en muchas personas con enfermedades o lesiones que afectan al cerebelo, hoy existe evidencia de su papel en la modulación de ciertas funciones cognitivas, de los afectos y de los pensamientos.
A nivel cognitivo se han descrito alteraciones similares a las que presentan las personas que sufren lesiones del lóbulo frontal, reforzando la hipótesis de la implicación de determinadas redes neuronales en las distintas funciones cognitivas, que abarcan regiones del cerebro que pueden ser distantes entre sí, en contraproposición a la tendencia previa de asignar una función a una localización cerebral concreta. Se han descrito principalmente alteraciones en las llamadas funciones ejecutivas, el lenguaje (que tiende a ser telegráfico), y la integración visuo-espacial.
Si ya esto os sorprende, seguro que no os sorprenderá menos el papel que el cerebelo ha demostrado en los síntomas psiquiátricos. Schmahmann y su equipo, que fueron quienes describieron el «Síndrome afectivo-cerebeloso» en 1997, plantean después la hipótesis de la «dismetría del pensamiento». Los autores proponen que, al igual que sucede con el movimiento, las enfermedades del cerebelo alteran la regulación de los pensamientos y los afectos, de forma que pueden expresarse de modo exagerado o de modo deficiente (para entendernos: «o se pasa, o no llega..»). Describen varios dominios en los que se da esta «polaridad» sintomática:
– Control atencional: un exceso de atención puede dar lugar a obsesionarse con un pensamiento, rumiando en torno al mismo, con dificultad para cambiar el foco de atención hacia otros estímulos o pensamientos; sin embargo, la falta de atención puede dar lugar a la distracción, a la una actividad excesiva sin control.
– Control emocional: si las reacciones emocionales son excesivas podemos encontrarnos con crisis de pánico, conductas impulsivas y labilidad afectiva, con respuestas a veces inadecuadas o desproporcionadas a la situación; sin embargo, en el polo opuesto, encontraremos síntomas de depresión, falta de energía y dificultad para experimentar placer.
– Síntomas del espectro autista: se describen tanto conductas estereotipadas y de auto-regulación como, en el polo opuesto, conductas evitativas.
– Síntomas del espectro psicótico: tanto positivos (alucinaciones, delirios, desorganización del pensamiento), como negativos (apatía, aplanamiento afectivo).
– Dificultad en Habilidades Sociales: se describen reacciones de rabia, irritabilidad, agresividad, y conducta rebelde; y en el polo opuesto, un carácter infantil, inmaduro, excesivamente confiado, con dificultad para interpretar los estímulos y respetar los límites sociales.
Por el momento, este conocimiento nos ayuda a mejorar la comprensión de las dificultades de las personas que sufren alguna enfermedad o daño que afecta al cerebelo, que no es poco.. Pero nos debe de hacer reflexionar en lo poco que conocemos del origen de las enfermedades mentales y la oportunidad que nos brinda la neuropsiquiatria para avanzar en este conocimiento.